Dia 5 (NY)

Jueves 18/06/2015

Ese jueves fue un día con muchos matices neoyorquinos.

Wall Street es esa zona en la cual siempre imaginamos ejecutivos de traje, con su tasa de café en una mano y el portafolios en la otra.

Y nos dirigimos ahí, que mejor que sentirlo y vivirlo en carne propia.

La primera parada fue un Dunkin Donuts, que encontramos por la zona. En mis años de escuela secundaria, ir a un Dunkin con los amigos era la mejor opción. Por $ 2, podíamos pedir el combo de 2 donas con café o gaseosa, qué tiempos aquellos no?

Al irse la empresa de la argentina, nunca más lo tuve. Hasta ese día, que volví a tenerlo cara a cara. Pero, a veces el tiempo pasa y algunas cosas no son iguales. Estaban ricas, pero sinceramente, en mi caso particular, me pareció que no tienen nada que envidiarles a las que se pueden comprar en un Wallmart.

Para el desayuno, nos sentamos en unas mesitas de una plaza que era hermosa.

Seguimos viaje y nos introducimos en las calles más típicas de distrito financiero. Nos sacamos unas fotos con el Toro. Ese día había una exposición de vaya a saber qué, pero nos ligamos unas remeras de regalo.

En una tienda de regalos, compramos un paraguas de NY, que era divino, el cual más adelante tiene su anécdota también.

Almorzamos algo al paso y seguimos hacia la siguiente parada, la cual era ni más ni menos, que el Puente de Brooklyn. Elegimos hacer la ida a pie y el regreso en metro.

Es una de las atracciones más lindas de NY, un imperdible, ya sea de día, noche. Nosotros elegimos de día, pero no me quiero imaginar lo que debe ser con las luces nocturnas. Nos sacamos una infinidad de fotos y aprovechamos para dejar nuestro recuerdo en el puente. En esa época, todavía se acostumbrada dejar un candado en los puentes. Hoy está prohibido y hasta pueden multarte, así que no se los recomendaría.

El puente estaba minado de estos souvenirs así que nosotros elegimos dejarlo del lado de Brooklyn, justo enfrente del River Café, el lugar donde nos comprometimos.

Recorrimos un poco esa zona, la cual tiene unas inmejorables vistas de Manhattan. Todo realmente hermoso.

Me había quedado con hambre y obviamente tuve que solucionarlo con un carrito y esos tremendos panchos.

Tomamos el metro y regresamos a Manhattan. Hicimos un breve paso por Chinatown, un lugar que la verdad, no le encontré demasiados atractivos y por Little Italy, ya que ambos barrios están pegados.

Siendo las 18hs aprox, nos aproximamos nuevamente hacia el sur y fuimos al museo del 9/11. No sabíamos si hacerlo, si iba a ser de nuestro interés, pero ya que teníamos el pase, lo aprovechamos.

Nos sorprendió la terrible seguridad del lugar, casi tan parecida a la de un aeropuerto.

Pero desde ya, nuestro mayor asombro e interés se lo llevo la muestra sobre ese lugar, que alguna vez fue un icono mundial. Lejos de cualquier cuestión relacionada al morbo, es un sitio con mucha historia, que merece la pena visitarlo.

A nosotros nos gustó mucho, salimos de ahí, con una extraña sensación, te deja atónito. Así que nos quedamos fuera del edificio un rato más, como para despejar la mente y aprovechar que la fuente, en el hueco donde alguna vez estuvieron las torres, se empieza a iluminar.

En lo que sigue del día, en las fotos podrán apreciar nuestras caras de un terrible cansancio ja.

Pero así como volvimos al departamento para cenar alguna cosita, volvimos a salir nuevamente para una caminata por Broadway, Quinta Avenida y otros lugares.

La zona del Rockefeller estaba más radiante que nunca y encontramos un banquito para sentarnos. Un momento mágico que aproveche para mirar todo lo que estaba sucediendo a mí alrededor y de pronto desconectarme del viaje, para pensar en la locura que estaba viviendo.

Recuerdo haberle dicho a Lu, que estaba increíblemente feliz, que mi sueño se estaba cumpliendo y era mucho mejor de lo que había soñado.

Intentándole ganarle al sueño, nos sacamos alguna foto más en Times Square, nos sentamos en las escalinatas por unos minutos y nos fuimos directo a la cama, en vuelo directo, sin escalas.