Ese día arranco con una de las actividades favoritas, cuando conocemos otro país, sobre todo uno como Estados Unidos, con tantas variantes en ese aspecto.
Habíamos esperado el viaje, para renovar nuestros celulares y elegimos un lugar emblemático en Manhattan, para la compra de tecnología.
El lugar en cuestión es B&H, una gran tienda especializada en celulares, fotografía, computadoras y mucho más. Es inmenso el lugar y cuenta con una muy buena atención por parte de los vendedores, incluso hay algunos que hablan español y otros idiomas.
Pudimos encontrar unos Samsung que nos gustaron y le dimos para adelante, quedándonos asombrados por la genialidad del lugar. En uno de mis últimos viajes, gracias a un tip de un integrante de pasión, compre en este lugar, en forma online, con envió gratis a Miami y sin cobro de tax, lo cual salió perfecto.
Aprovechamos el chiche nuevo para sacar más y más fotos.
La siguiente atracción fue el Intrepid, un museo ubicado en un portaaviones, situado en el muelle 86, en el West Side de Manhattan, donde se pueden apreciar submarinos, helicópteros y todo tipo de elementos de guerra.
Se encuentra sobre el USS Intrepid, que estuvo activo en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial durante el conflicto con Japón y tuvo un papel importante durante la Guerra de Vietnam.
Fue una atracción distinta, que no nos mató, pero estuvo interesante hacerla.
De ahí nos fuimos hacia el lado sur de la isla. 45 minutos de metro nos sacaron de Manhattan para llevarnos al sur de Brooklyn y llegar a Coney Island.
Un lugar donde podemos encontrar playa y la mayor atención se centra en la rambla de madera y el parque de diversiones con mucha onda vintage. Nosotros teníamos incluidos unos pases gratuitos a unos juegos y los aprovechamos. Nos divertimos mucho y me pareció un lugar sumamente encantador, al que recomendaría ir si o si, en una visita a la ciudad.
Durante el almuerzo comimos unas riquísimas hamburguesas en el tradicional Natthan´s.
Antes de que caiga la noche, volvimos a tomar el metro y regresamos.
Con respecto al tema transporte, a esa altura del viaje, ya dominábamos el metro de norte a sur y algún que otro bus para usar más que nada de Este a Oeste. Siempre tenes alguno que hace la 42 o la 34 y te acercan a algún sitio.
Las calles en Manhattan son realmente grandes, capaz uno ve que son dos cuadras, pero te lleva un buen rato hacerlas. Por lo que encontrar una boca de metro en cada esquina, es algo sumamente interesante.
Considero la tarjeta Metrocard, de vital importancia para estar cubierto en ese aspecto.
Luego de cenar algo en el departamento, nos fuimos al último rascacielos del viaje.
El Top Of The Rock, el cual es el observatorio en la terraza del Complejo Rockefeller.
Elegimos subir de noche, para aprovechar las vistas nocturnas de la ciudad y sobre todo, en particular del Empire State. Y todo salió como lo planeado, el marco sin dudas es espectacular y ese momento del día, me pareció magnifico.
Sacamos muchísimas fotos, algunas salieron mal, fuera de foco, oscuras, pero nada importo, ese momento quedara guardado en nuestra retina por siempre.
El viaje estaba terminando y NY estaba cumpliendo su cometido, volverse una de mis ciudades favoritas.