Como era de esperar el ritmo de Florida, iba a ser un poco más tranquilo que el de NY.
No es que íbamos a quedarnos únicamente en Miami y sus cercanías, pero el departamento era más cómodo, estábamos sobre la playa, con pileta, auto alquilado, las cosas cambiaban muchísimo y desde ya, el aire caribeño de la ciudad.
Y ni hablar de nuestros desayunos donde resaltaba el cafecito despabilador, donas, frutas y esa increíble vista al atlántico.
Por algún motivo que desconozco, el itinerario marcaba para el segundo día, el primero completo en Miami, conocer la playa del faro en Key Biscayne.
La vi en el mapa y la marque. Miami Beach la íbamos a tener cuando quisiéramos, por lo que también queríamos inspeccionar otras playas.
Salimos alrededor de las 10 de la mañana y conocimos por primera vez el horario pico en la ciudad. Desde ya que en las autopistas, el tráfico es infernal, pero avanza.
Bajamos en Brickell y ahí empalmamos con la Rickenbacker Causeway, la cual causo nuestro asombro en forma inmediata.
Pasando el dial de la radio, buscábamos alguna sintonía que nos interese, pasando por estaciones donde hablaban de actualidad, otras hablaban en español, mucha salsa por ahí y hasta encontrar la de hitazos 80-90, que son mis preferidas.
Disfrutábamos tanto de la música como de las increíbles vistas que regala ese puente, que conecta la ciudad con Key Biscayne, un lugar que está muy cerquita pero, que mucha gente no llega.
Lo primero que pasamos fueron las playas públicas de Virginia Key y luego, solo por placer, nos olvidamos del GPS por un ratito y nos metimos dentro de un barrio que tenía hermosas casas, autos de lujo y carritos de golf en la puerta.
En un momento nos perdimos y llegamos hasta la entrada de un importante hotel, donde nos guiaron para continuar el camino.
Así llegamos hasta la entrada del complejo Bill Baggs Cape, en el cual pagamos u$s 8 para poder pasar con el auto, utilizar el parking y las instalaciones del lugar.
También se podían alquilar sombrillas y reposeras, pero como teníamos en el dpto, nos ahorramos ese gasto.
Al instante, nos sentimos en el paraíso mismo, porque a pesar de ser pocos minutos los que la separan de south Beach, parece que uno esta muchísimo más lejos.
Increíble la vegetación y los senderos que se pueden recorrer, así como rincones mágicos, con bancos para sentarse a disfrutar y dejarse llevar.
Animales de todo tipo, aves, lagartos y los simpáticos mapaches que también pueden aparecer en escena.
Una de las mayores atracciones del lugar es el faro, sobre el cual nos dijeron que al mediodía había una guiada.
Nos acomodamos y nos dimos el primer chapuzón, el agua estaba magnifica así como la temperatura, ya que en Junio, el mar es lo más parecido a un jacuzzi que puede haber.
Lu me había regalado el libro del robo del siglo, ya que me interesaba la historia. La idea era que lo lea durante los vuelos, pero la realidad es que lo empecé en Buenos Aires, unos días antes de salir, habrá sido la ansiedad. La anécdota es que lo termine, ese día, en esa playa.
No soy de leer mucho, pero me encanta hacerlo en vacaciones, donde me siento más relajado.
Nos arrimamos a la entrada del faro y efectivamente llegamos para la visita. Al ser en inglés, la verdad es que mucha atención no le dimos y preferimos subir de una. Desde arriba se pueden obtener muy buenas vistas, para sacar hermosas fotos.
Era la hora del almuerzo y la comida oficial en ese horario para esas vacaciones, eran los sanguchitos de fiambre que preparaba Lu todas las mañanas antes de salir. Eran geniales y más porque venían acompañados por los tubitos de pringles, otra gran compañía de ese viaje.
La tarde siguió con varios chapuzones más, alguna siestita bajo la sombrilla y largas caminatas sobre la orilla.
Quizás haya sido por ser una de las primeras que conocimos, pero esa playa se volvió una de nuestras preferidas y obvio llevamos a la flia en el próximo viaje, quienes también quedaron encantados y repetimos varias veces en ese viaje.
Es increíble esa playa, sin dudas, se las recomiendo.
Alrededor de las 18hs, emprendimos el regreso, dando una pequeña vueltita por la Collins desde South Beach, hasta el complejo y así dimos nuestro primer paseo por Sobe y Mid Beach con su fantástica bahía.
Desde ese momento empezamos a entender que Miami Beach es esplendida en todo su recorrido.
Si mi mente no falla, hicimos una escala técnica en la pileta, para luego subir a ducharnos.
Luego dimos una pequeña vuelta pie por North Beach, pasando esta vez por el Publix, lugar que no habíamos conocido el día anterior, porque se había interpuesto Wallgreens en el trayecto y ese fue otro camino de ida.
Esa noche teníamos que descansar bien, porque al día siguiente, se venía un recorrido muy largo, arrancando muy tempranito.
Una Stella Artois fue destapada mientras seguía deslumbrándome por el ventanal del departamento y esos barcos que seguían ahí, que parecía que nunca se movían y estaban siempre en el mismo lugar, en el medio del océano.
Ese fue uno de mis grandes rituales de ese viaje.