Colonia siempre estuvo cerca…

Colonia siempre estuvo cerca, pero bueno, dudas, miedos, cuestiones sin resolver, hacen que uno nunca conozca esos sitios que tiene ahí nomás.  De hecho, me falta conocer muchísimo de mi país y el estudio de la carrera de Turismo, me está abriendo un hambre voraz por hacerlo, así que apenas pueda, voy a recorrer los bellos paisajes de mi querida Argentina.

Uruguay es una cuenta pendiente también, es un país que me interesa mucho y tengo en mis planes un viajecito, pero en auto.

Mi mejor compañera de viajes, mi mujer Luciana, con la que empecé a soñar un viaje tras otro, dejando esas limitaciones de lado, fue la que tomo nota de ese lugar, que yo muchas veces  nombraba. Podríamos ir a Colonia un finde no? Esa frase se la habré repetido unas cuentas veces.

Asi que para mí cumple número 38, tuvo la genialidad de aparecer con dos boletos de Buquebus y darme la hermosa sorpresa.

Además era una prueba piloto, porque al mes siguiente nos tocaba el festejo de su cumple, en un crucero por Bahamas.

La verdad es que sufro vértigo, jamás me subiré a una montaña rusa por dar un ejemplo y hay medios de transporte que me generan un cierto malestar, como el avión, aunque con el paso de los vuelos, me voy amigando con la idea.

Con respecto a los barcos, si bien no tenía mucha experiencia, nunca se me ira de la memoria, hace muchos años, cuanto tome una simple excursión por Mar del Plata y lo que se movía ese barco. Era como el barco pirata, el de los juegos de chicos (aclaro que a ese tampoco me subo eh jaja) para arriba y para abajo, una y otra vez y yo preguntándome cuando terminaba, en lugar de disfrutar.

Así que afrontar el Buquebus, era todo un desafío y una preparación para lo que se venía, lo cual generaba mucha presión, porque se imaginaran que si un viaje de 1 hora me causaba malestar como iba a hacer para estar 5 días arriba de un crucero.

La idea era pasar el día en la ciudad uruguaya, salir temprano a la mañana y regresar a la nochecita, así que llegamos a la terminal del barco, a las 6:30 aprox. Por una cuestión de comodidad y costos, elegimos ir con nuestro auto y dejarlo estacionado en la terminal, durante toda la estadía.

Luego de una hora entre migraciones y espera, nos tocó subir al barco, el cual parecía ser un poco viejito, pero se encontraba en condiciones.

Y salió nomas y por suerte sin ninguna novedad importante, llegamos a Uruguay y el barco, ni se movió.

Sinceramente no había preparado un itinerario, porque la parte más importante de la ciudad es la capital del departamento, Colonia del Sacramento, conocida por su barrio histórico con adoquines y los edificios coloniales portugueses y españoles y no es muy grande, se puede hacer en el día tranquilamente, así que dejamos que nos sorprenda.

El mes del viaje fue Septiembre y el clima era realmente óptimo para el viaje. Por la mañana el día estuvo nublado y un poco fresquito pero entramos en calor rápidamente por la caminata y las calles con pendientes.

En la avenida Gral Flores, nos encontramos con la oficina de Turismo, donde nos atendieron dos señoras de una forma espectacular, dándonos un cálido recibimiento y un genial asesoramiento de la ciudad, con mapas y datos por doquier.

Caminamos por esa avenida, donde uno puede encontrar negocios de compras varias, bares, restaurantes, hoteles. Es la calle más movida del lugar.

Así pasamos por una plaza muy linda, un llamativo lugar de fotografías, llamado ´´El Tunel del Ayer´´ y algunos restaurantes que fuimos fichando para un futuro, no muy lejano.

Las parrillas empezaban a encender las brasas y el chivito uruguayo, se hacía empezar a notar, en cada esquina, pero para eso faltaba.

Llegamos al caso histórico y pasamos por la Basílica del Santísimo Sacramento, el Portón de piedra y puente levadizo de madera de 1745, la famosísima calle de los suspiros, lindísima por cierto. Si bien todo estaba relativamente cerca, lo hicimos todo a un ritmo muy tranquilo, disfrutando de todo. En un momento nos topamos con un banquito que daba al rio y miraba hacia Argentina.

Seguimos camino, pasamos el Faro de Colonia, varios museos que nos íbamos topando, ferias, todo muy cálido, sumamente colonial, con sus típicas calles empedradas y subidas y bajadas.

Se había hecho el mediodía y nuestro desayuno había quedado demasiado lejos, a lo que había que agregar, que el olor que salía de las parrillas invitaba a sentarse cuanto antes, para el merecido descanso y premio.

El lugar elegido fue ´´El Mercosur´´, donde habíamos visto una buena promo para cumplir nuestro antojo. A nuestra mesa llego una bandeja enorme de chivito uruguayo con jamón, queso y huevo frito. Una bomba, que la disfrutamos completita, no quedo nada.

Luego de semejante comilona, necesitamos descansar un poco más y fuimos a uno de los lugares más lindos del día.

Nos topamos de casualidad con el muelle de Colonia, el cual nos pareció divino y nos ´´tiramos´´, literalmente a descansar sobre su estructura de madera.

A esa hora del día, el sol había perdido su timidez y nos ofrecía su compañía.  Disfrutamos de la calma del lugar, su belleza, el ruido del agua, ver las embarcaciones, había gente que opto por nuestro plan, otros que simplemente se armaban un cigarro, de dudosa procedencia.  Todo era armonioso y distendido. Pasamos un largo rato ahí, era imposible irse y abandonar esa tranquilidad, pero el día pedía más.

Lo tradicional, la parte histórica, ya la habíamos hecho y nos quedaba alejarnos un poco a conocer otros lugares. Como no habíamos optado por tomar ningún city tour y después de ver varios de ellos, nos entusiasmamos y alquilamos un auto eléctrico, esos que se usan para el golf y fue una buena movida.

Eso nos permitió hacer unos kms al norte y conocer el estadio de la ciudad, poder sacarnos la típica postal con el cartel de Colonia y llegar hasta la histórica Plaza de Toros Real de San Carlos, toda una reliquia del lugar.

Toda esa zona, es pintoresca, con lindas vistas y está acompañada por una rambla muy linda, con interesantes opciones hoteleras a lo largo del camino.

Ese trayecto nos alcanzó a la perfección para la hora que teníamos alquilado el carro.

Al devolverlo, volvimos para la zona histórica a seguir caminando un poco más, en forma más distendida. Caminamos por calles que ya habíamos pasado, pero encontrando otras atracciones, una de ellas fue una casa que había pertenecido al historiador argentino Félix Luna.

El atardecer estaba llamando a la puerta y encontramos un lugar muy sencillo, pero con los elementos suficientes para una tarde perfecta.

Una mesa, dos sillas, el sol descendiendo, chocolate caliente, waffles con dulce de leche y volvimos a pecar ja.

La zona se empezó a llenar de gente, pero tampoco en demasía, nadie molestaba, algunos pasaban con sus autos, otros tomaban mate disfrutando los últimos rayos del sol, todo era perfecto y sumamente relajado.

Pero como somos inquietos, nos movimos. Tomamos rumbo a la avenida Flores nuevamente, el sol era un infierno, casi como que se abrazaba con cada empedrado de la ciudad y el reflejo invitaba a tomar fotos y más fotos.

Nos habían indicado una feria de artesanos, que finalmente la encontramos cerrada, pero al darnos vuelta, el sol seguía haciéndose de las suyas, en una despedida interminable.

Y quedamos apoyados en unas columnas, que estaban ubicadas a unos kms del muelle, donde el atardecer y los yates, regalaban unas hermosas y románticas postales.

Son esos momentos que te marcan en un viaje y quedamos con el GUAU en la boca por un largo rato.

Nuestras piernas ya no eran las mismas que las del comienzo del viaje. Habían pasado muchas cuadras de empedrado, subidas, bajadas, un chivito completo, waffles, chocolate caliente.

Regresamos por la avenida que mencione tantas veces y compramos algunos souvenirs.

La ciudad empezaba a mostrar sus encantos nocturnos, los cuales, me dieron ganas de regresar  en alguna otra oportunidad para hacer el finde completo.

Regresamos a la terminal, casi llegando con lo justo, no dábamos más, por decirlo de algún modo.  Otra horita de migraciones y espera, una más de viaje y llegamos a Bs As, de un ratito a otro. Es increíble como cuesta tan poco conocer otro país y yo nunca lo había hecho.

Por suerte, gracias a mi compañera de ruta, pude hacerlo y conocí un lugar fantástico.

Colonial, histórico, interesante, cálido, amigable, de esos que te dejan un buen recuerdo y las ganas latentes de volver en alguna oportunidad.

Espero les haya gustado este relato y si no conocen Colonia, los incite a visitarla, un destino sumamente recomendado.

Este viaje fue realizado en Septiembre del 2019. A continuación unas fotos del paseo.

By Martin

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *